sábado, 2 de abril de 2011

Noche niebla montaña



Estacionamos el auto en la banquina ampliada,
esas que sirven para dar la vuelta
en caminos demasiados estrechos.

La visión no superaba los dos metros con las luces encendidas.
Apagamos el motor y giré la perilla de las luces.
Los músculos de las piernas se relajaron.

Éramos cuatro en el auto y todos entendimos
el silencio
era la mejor manera de encarar el momento.

Algo que sin duda era peligroso,
daba una sensación de felicidad química.

Bajamos
la neblina se sintió
en los pulmones
en la piel de los ojos
olor a plantas desconocidas
imaginábamos animales entre ellas.

En medio de tanta oscuridad
difícilmente se distinguen colores
las montañas
insinuaban perfiles titánicos, texturas indescifrables,
en la cornisa, empezaba el mar,
pero no el mar en sí,
sino el sentimiento
la neblina
era el mar y el cielo
al mismo tiempo.

Meamos, gritamos, nos sentimos inmortales, ridículos, plenos.
Latente el miedo.
No conocíamos el lugar.
El R9 no siempre se hace querer.
El embrague venía haciendo un ruido extraño.
Di contacto,
conecté el mp3 al estereo prehistórico
Pearl Jam, Betterman.
Volumen extremadamente bajo.

Nos sentamos en el piso y en el capot del auto.
Armamos uno.
No importó más nada.



1 comentario:

YN dijo...

buen momento. me trae lindos recuerdos el texto.